Pese a los buenos resultados de las ZBE, muchas ciudades están intentando quitarlas. El porqué es complejo equidad social frente a ciudades más limpias

Pese a los buenos resultados de las ZBE, muchas ciudades están intentando quitarlas. El porqué es complejo: equidad social frente a ciudades más limpias

Las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) han mejorado notablemente la calidad del aire en muchas ciudades europeas, pero su aplicación ha generado un intenso debate social. ¿El motivo? Estas medidas, eficaces desde el punto de vista ambiental, pueden tener un impacto desigual sobre quienes no pueden cambiar de coche o acceder a alternativas sostenibles.

Durante la última década, las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) se han consolidado como una de las políticas más eficaces para mejorar la calidad del aire urbano. Más de 300 ciudades europeas han apostado por limitar el acceso a los vehículos más contaminantes, reduciendo notablemente los niveles de dióxido de nitrógeno (NO₂) y partículas en suspensión.

El caso de París es emblemático: un mapa comparativo muestra cómo, entre 2007 y 2024, la ciudad ha pasado de estar cubierta por una nube densa de contaminantes a un entorno mucho más limpio, en gran medida, gracias a los cambios en las políticas de movilidad.

Una herramienta eficaz (pero discutida)

Las ZBE han demostrado ser medidas efectivas y medibles. En Madrid Central, los niveles de NO₂ cayeron un 32 %, mientras que en Lyon la mejora fue aún más llamativa: un 44 % menos de óxidos de nitrógeno y un 24 % menos de partículas finas (PM2.5). Estas políticas han generado también beneficios sanitarios, con reducciones en hospitalizaciones por enfermedades respiratorias.

La hoja de ruta europea parece clara: lograr ciudades más limpias y saludables. Según Ecologistas en Acción, en España, la ley de cambio climático obliga desde 2023 a implantar ZBE en todos los municipios de más de 50.000 habitantes. En Francia, las ZFE (Zones à Faibles Émissions) se implementan desde 2021 con un calendario nacional.


Sin embargo, estas medidas no se han desplegado sin críticas. A menudo, se señala que las ZBE pueden afectar desproporcionadamente a personas con menos recursos, que no pueden renovar su coche ni acceder fácilmente a alternativas.

En Francia, el debate también se ha polarizado fuertemente pese a los buenos resultados. Marine Le Pen ha hablado de un “apartheid social” y el escritor Alexandre Jardin ha advertido del riesgo de crear “subciudadanos”. En junio de 2024, la Asamblea Nacional aprobó su supresión, aunque el proceso legislativo sigue abierto.

En España, el escenario actual todavía es peor: los tribunales han tumbado varias ordenanzas ZBE (Madrid, Gijón, Badajoz), argumentando una falta de estudios de impacto económico y la vulneración del principio de proporcionalidad.


ZBE: ¿Cómo evitar el castigo social?

Para que las ZBE no se perciban como un castigo, deben incorporar una “transición justa”, con medidas concretas de apoyo:

  • Ayudas al achatarramiento, bonificaciones o leasing social para cambiar de coche.
  • Leasing social de eléctricos, como en Francia, con cuotas reducidas, y vehículos compartidos
  • Refuerzo del transporte público y zonas disuasorias.
  • Más infraestructura ciclista

Ciudades como Londres y París han logrado mitigar parte del impacto con estas medidas y, a menudo, se apunta a que los más vulnerables son aquellos que más uso hacen del transporte público.

En España y su vecino del norte, se ha legislado a favor de las ZBE, pero con reacciones muy distintas. Mientras en España las críticas han sido más técnicas y jurídicas, en Francia el rechazo ha sido social, político y muy mediático. Una posible explicación: dependencia del coche en zonas rurales francesas, más que en muchas ciudades españolas, donde el transporte público es más accesible. También influye que las ayudas en España son muy desiguales según el municipio.


Ciudades limpias, pero también justas

Las ZBE son necesarias. Sus beneficios en salud y sostenibilidad están fuera de toda duda. Pero si se aplican sin tener en cuenta el contexto social, corren el riesgo de fracasar o ser revertidas.

Para evitarlo, hacen falta:

  • Diagnósticos económicos rigurosos
  • Medidas de acompañamiento eficaces
  • Refuerzo del transporte público
  • Estrategias diferenciadas según el territorio

La transición ecológica no puede hacerse contra la gente, sino con ella. Solo así construiremos ciudades que sean no solo más limpias, sino también más justas. Lo que sí parece evidente, como puedes ver en el mapa al pie de este artículo, es que la transición debe hacerse y, cuanto antes, mejor.

Imagen por satélite de la ZBE de París entre 2007 y 2024.

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