Algunos conductores se resisten a las supermanzanas, muchos otros empiezan a ver las nuevas ciudades repletas de espacios públicos. Está pasando en Barcelona 

Así, esta se une a las causas archivadas en relación con el proyecto de las «superilles» (supermanzanas), que ya acumula unas cuantas, como la del Tribunal Supremo contra la exalcaldesa Ada Colau.

Hace un par de semanas, hablamos sobre esta cuestión aquí, señalando la intención de devolver espacio a los residentes y reducir la dependencia del coche. Sin embargo, estas iniciativas siguen mostrando resistencias en la mayoría de los países occidentales (aunque en Europa, hemos mejorado mucho). El transporte público y personal (la bici, por ejemplo) siguen rivalizando con el privado, por lo que estos proyectos coninúan enfrentando resistencias legales y sociales.

El modelo urbanístico de las supermanzanas

El concepto de supermanzana se basa en reorganizar el espacio urbano para priorizar a peatones, bicicletas y espacios verdes. En el caso de la superilla del Eixample, calles como Consell de Cent y Girona han sido objeto de reurbanización, transformándose en ejes verdes. Pese a la oposición de entidades como Foment del Treball Nacional, que pidió revertir los cambios alegando incongruencias con el Plan General Metropolitano de 1976, la justicia ha respaldado al Ayuntamiento.

A grandes rasgos, la sentencia ha señalado que estas calles siguen siendo viales y no requieren modificaciones en el PGM para ser reformadas. Los fallos judiciales confirman, al menos, dos cosas:

• que las ciudades (en este caso, Barcelona) tienen competencias para ejecutar reformas de este tipo
• que el apoyo popular ha ido creciendo

Las «superilles» son más que una apuesta urbanística, pues forman parte de un modelo para combatir la crisis climática y mejorar la calidad de vida en las ciudades. Así lo explicó Laia Bonet, teniente de la Alcaldía de Barcelona para BTVÉ: «Estas intervenciones son cruciales para «ganar verde y espacio para los peatones.»

El principal conflicto que se debe subsanar, pues, es llevar estos cambios con diálogo y evitar conflictos judiciales, que ya acumula una larga lista de recursos y causas. ¿El otro? Poner los medios y seguir haciendo pedagogía para que el grueso de los residentes del área metropolitana empiecen a optar por otras formas de transporte. No obstante, hay dos grandes retos, como señalan en Moviliblog:

[…] Para desarrollar este sistema de manera eficiente hay dos aspectos clave: por un lado, garantizar la accesibilidad de los ciudadanos a la red transporte y a los servicios básicos, evitando casos de aislamiento de la población residente. Por lo que las supermanzanas no pueden ser de más de 400 metros de lado aproximadamente. Y por otro lado, evitar el congestionamiento de las vías que absorben el tráfico desviado, lo cual requiere una buena coordinación con los sistemas de transporte públicos. En este sentido, asumiendo que el sistema de transporte público está bien diseñado, el trabajo de señalización y de diseño de aparcamientos en superficie es fundamental para el correcto funcionamiento de la circulación.

Las tensiones entre lo político y lo urbanístico

En este sentido, el arquitecto y urbanista Daniel Mòdol comentaba que revertir el proyecto es una medida absurda, inimaginable y desproporcionada, valorando la posibilidad de ciertos cambios que garanticen una movilidad (en coche) mayor.

De sus palabras, vale la pena también observar cómo señala que también considera la intervención inicial (la creación de una supermanzana en ese espacio concreto) de ideológica y con motivación política, y considera que hubiera tenido más efecto en las rondas de Sant Antoni o de Sant Pere, la Gran Vía (de les Corts Catalanes) e incluso la calle Aragó. Sí afirmó que era el punto más sencillo para actuar, debido a la poca intensidad del tráfico.

Prioridad: movilidad sostenible

Hoy, las ciudades enfrentan retos ineludibles: reducir emisiones, gestionar el espacio público y garantizar una calidad de vida sostenible. Las supermanzanas son una respuesta integral a estos desafíos, donde la movilidad se redefine y se prioriza la convivencia.

El Plan General Metropolitano, que tanto ha dado que hablar, establece las normas sobre el uso del suelo, diferenciando entre ejes viarios y parcelas edificables. Las calles calificadas como «vías de circulación» permiten usos compartidos entre vehículos y peatones, un matiz técnico que ha sido crucial en el debate legal sobre las supermanzanas, pero expertos como Mòdol sugieren que cualquier ajuste necesario podría resolverse con intervenciones administrativas menores, sin deshacer años de planificación y diseño.

La complejidad del marco legal choca, de frente, con la actuación necesaria y urgente en las ciudades, que requieren de espacios más habitables, pero también menos contaminantes, que puedan adaptarse, por ejemplo, al etiquetado ambiental de los vehículos privados y la descarbonización, entre otros.

Supermanzanas, un modelo exportable hacia el futuro

A pesar de las resistencias y de los errores cometidos, Barcelona se perfila como un referente internacional en planificación urbana sostenible. La consolidación de las supermanzanas podría inspirar a otras ciudades a replantear sus modelos urbanos, promoviendo espacios más verdes y habitables.

Los retos de la transformación urbana son innegables, pero los beneficios superan con creces las dificultades iniciales. Las supermanzanas simbolizan un nuevo pacto entre las ciudades y sus habitantes: menos coches, más vida. Barcelona está liderando este cambio, y aunque algunos sectores todavía se resisten, cada vez más personas comprenden que el futuro de las ciudades pasa por priorizar a las personas y al planeta.

Con cada calle recuperada, la Ciudad Condal envía un mensaje claro: las ciudades del mañana ya están aquí, y son más verdes, humanas y sostenibles.