Los niños representan cerca del 20 % de la población urbana, pero sus necesidades de movilidad son sistemáticamente ignoradas en el diseño. Repensar la ciudad desde su perspectiva no solo mejora su bienestar, sino que genera espacios más inclusivos, seguros y humanos para todos.
En el diseño de nuestras ciudades, hay un grupo que rara vez se tiene en cuenta con respecto a la movilidad: los niños. Según Bloomberg, representan aproximadamente el 20 % de la población urbana, pero sus necesidades —autonomía, juego libre, seguridad— siguen siendo sistemáticamente ignoradas en el urbanismo actual.
Una ciudad pensada para la infancia es, en realidad, una ciudad para todos y, por lo tanto, espacios más inclusivos, familiares y humanos. Sin embargo, hay una serie de razones vinculadas a la eficiencia que han invisibilizado a parte de sus habitantes. La movilidad de los niños en las ciudades parece una asignatura complementaria, pero ¿por qué?
Urbanismo que excluye a la infancia
La falta de espacios seguros y accesibles para los más pequeños no es casualidad. Durante décadas, la planificación urbana ha priorizado los intereses del automóvil, la eficiencia económica o el turismo, dejando a un lado la vida cotidiana de las familias.
Todo ello, tiene una traducción en las calles:
- las aceras estrechas, para priorizar la movilidad del vehículo privado
- la escasez de zonas verdes, promoviendo dinámicas racionales y funcionalistas en las ciudades
- la contaminación y el ruido, como elementos indisolubles del espacio urbano
Las calles se han convertido en espacios hostiles, donde los niños quedan confinados al interior de las viviendas, pequeños parques infantiles o zonas cerradas.
Como resultado, la infancia cada vez es más sedentaria, más vigilada y menos autónoma.
La movilidad activa —ir andando o en bicicleta al colegio, por ejemplo— ha caído o, por lo menos, no consigue despegar en muchas ciudades si atendemos a equis franjas de edad. Y con ella, también se pierde la oportunidad de que niñas y niños exploren, socialicen y desarrollen habilidades esenciales.
Movilidad sin niños; madres y padres, atrapados
Este urbanismo adultocéntrico también impone una carga extra sobre las familias, en especial sobre las madres. Como recogía To Ease Parenting Burdens, We Need Better Street Design, muchas políticas públicas se enfocan en el empleo o la conciliación desde el hogar, pero no contemplan el entorno urbano.
La falta de plazas, zonas seguras o aceras transitables convierte cada salida con niños en una odisea logística. Los estudios del European Institute for Gender Equality, las mujeres siguen asumiendo más del 70 % del tiempo de cuidados no remunerado en Europa.
Diseñar la movilidad con los niños en mente
Revertir esta situación exige ir más allá de las soluciones tradicionales. No basta con abrir más guarderías o ampliar los permisos parentales. Es imprescindible repensar el espacio urbano desde una lógica de cuidados: aceras accesibles, calles pacificadas, zonas verdes de calidad, y sobre todo, un entorno donde los niños puedan moverse y jugar sin depender constantemente de la supervisión adulta.
En ciudades como París, Barcelona o Milán ya se han empezado a implementar medidas como las supermanzanas, los caminos escolares seguros o la conversión de calles en patios de juego temporales. Son pasos importantes, pero aún insuficientes.
En muchos barrios periféricos, especialmente aquellos con mayor vulnerabilidad social, la falta de inversión en espacio público limita gravemente el desarrollo infantil y amplia las desigualdades. Sin un cambio estructural en la forma de pensar y construir ciudad, seguiremos dejando atrás a una parte fundamental de la población.
Diseñar desde la infancia no es una concesión, es una estrategia urbana para construir ciudades inclusivas, resilientes y saludables. Una ciudad segura para un niño pequeño también lo es para una persona mayor, una con movilidad reducida o alguien que empuja un carrito.
Como recuerda el pedagogo Francesco Tonucci, “una ciudad buena para los niños es buena para todos”. Y eso no se logra con parques temáticos infantiles, sino con calles donde caminar, detenerse, mirar, jugar y pertenecer.